Está muy bien tratar de vivir de acuerdo con uno mismo.
Está muy bien. Pero no es ni tan fácil ni tan automático.
La gente está unida a sus ideales o principios morales propios como quien pasea un perro dócil. Ahí uno ve que van juntos y con cierta armonía, pero nunca sabe a ciencia cierta quien marca el camino, si el perro o el paseador.
Ante la crisis de autoridad fruto de la post modernidad tardía (La iglesia apesta, el gobierno es chorro, la policía mata, nadie me representa, nadie piensa como yo, no soy nada pero soy único aunque igual a todos. Y no sé qué carajo significa) fuimos muchos los que compramos el perro, adhiriendo de hecho a aquellos pensadores que encontraron validez en éticas y morales individuales, esas que conviven ufanamente sólo por el hecho de respetar la máxima capitalista de “mis derechos terminan donde comienzan los de los demás”. Y a primera vista parece algo bastante lógico y armonioso, una ciudad soleada donde cada uno pasea feliz con su bicho/ cúmulo de valores, luciendo el coso más o menos y diciendo o no lo que piensa del resto y cuán bien convive consigo y el entorno. Algunos les suman solidaridad, y el perro luce más lindo.
Adherir a uno mismo y pasear el perro, seguir una línea… requiere fuerza de voluntad, acción y conciencia de uno. Es decir, hay que darle de morfar, ir al veterinario de cuando en cuando, y sentarse a mirarlo un poco y ajustar rumbos; darse cuenta definitivamente que hacer lo que uno quiere hacer no siempre es lo que le sale, y que para poder seguir paseando en paz hay que cambiar el camino, o pegarle un sopapo en la cabeza al perro para acomodarle los conceptos un poco y que se adapte a la nueva decisión. Hasta el empirista ingenuo más escéptico que se aferre al “salgo sin perro, no me importa nada y hago lo que se me cantan los huevos” va a tener que agarrarse muy muy fuerte, porque esa es una de las afirmaciones más jodidas de cumplir, como todos los bebedores de cerveza Iguana deben saber muy bien. De chico me pegó mucho Michael Ende: el Aurin de BBB en La Historia sin Fin tenía una inscripción detrás que decía “haz lo que quieras”, marcada a fuego como obligación y no como bendición.
Ahí ando yo en estas semanas, un poco a los tirones de correa, haciéndome cargo de las cagadas (mi perro, mi caca) acomodando el rumbo, y pateándolo para que él cambie también y se apropincue para el lado que estoy yendo. Un poco y un poco.
La gente está unida a sus ideales o principios morales propios como quien pasea un perro dócil. Ahí uno ve que van juntos y con cierta armonía, pero nunca sabe a ciencia cierta quien marca el camino, si el perro o el paseador.
Ante la crisis de autoridad fruto de la post modernidad tardía (La iglesia apesta, el gobierno es chorro, la policía mata, nadie me representa, nadie piensa como yo, no soy nada pero soy único aunque igual a todos. Y no sé qué carajo significa) fuimos muchos los que compramos el perro, adhiriendo de hecho a aquellos pensadores que encontraron validez en éticas y morales individuales, esas que conviven ufanamente sólo por el hecho de respetar la máxima capitalista de “mis derechos terminan donde comienzan los de los demás”. Y a primera vista parece algo bastante lógico y armonioso, una ciudad soleada donde cada uno pasea feliz con su bicho/ cúmulo de valores, luciendo el coso más o menos y diciendo o no lo que piensa del resto y cuán bien convive consigo y el entorno. Algunos les suman solidaridad, y el perro luce más lindo.
Adherir a uno mismo y pasear el perro, seguir una línea… requiere fuerza de voluntad, acción y conciencia de uno. Es decir, hay que darle de morfar, ir al veterinario de cuando en cuando, y sentarse a mirarlo un poco y ajustar rumbos; darse cuenta definitivamente que hacer lo que uno quiere hacer no siempre es lo que le sale, y que para poder seguir paseando en paz hay que cambiar el camino, o pegarle un sopapo en la cabeza al perro para acomodarle los conceptos un poco y que se adapte a la nueva decisión. Hasta el empirista ingenuo más escéptico que se aferre al “salgo sin perro, no me importa nada y hago lo que se me cantan los huevos” va a tener que agarrarse muy muy fuerte, porque esa es una de las afirmaciones más jodidas de cumplir, como todos los bebedores de cerveza Iguana deben saber muy bien. De chico me pegó mucho Michael Ende: el Aurin de BBB en La Historia sin Fin tenía una inscripción detrás que decía “haz lo que quieras”, marcada a fuego como obligación y no como bendición.
Ahí ando yo en estas semanas, un poco a los tirones de correa, haciéndome cargo de las cagadas (mi perro, mi caca) acomodando el rumbo, y pateándolo para que él cambie también y se apropincue para el lado que estoy yendo. Un poco y un poco.
Comentarios
100% de acuerdo.
100% de acuerdo.
Que quiero??... es dificil(naaahh es muy cómodo) llegar a mis 36 y seguir preguntandome que quiero,
PATEAME!!!
CAYO
A los veinticinco años tuve un perro vigoroso, de huesos fuertes y ladrido feroz. Corríamos con fuerza por Av. Leandro N. Alem, los domingos cuando no había coches. Un día impensado y cualquiera quedó triturado por las ruedas del 30. Me quedé sólo, pasmado, sin ideas, sin norte, con la correa en la mano.
Ahora busco perro, sin grandes pretensiones ni verdades contrastadas, que coma poco, que duerma mucho. No espero que sea guardián ni hermoso. Me basta que ladre como una queja mis dudas, mis miedos y mis penas.
Gratificaré.
Salu2...Tin
Si podes tira bastante de la correa, a ver si en una de esas me enderezas a mi tmb!!
Siempre es necesario el Leviatán.
Por otro lado, jamás tuve perro propio. Ya demasiado con los ajenos.
Y la perra que tiene mi vieja vive enamorada de mi, incluso sólo busca darme besos de lengua.
Jamás tendré perro ni correa.
Quizá chaleco de fuerza algún día..
Jaja!
Te dije ultimamente que sos lo mas?
Yo ando un poco como vos, y como todos, pero ahora mas tranquila mas relajada y con mas voz.
Le voy a dar una segunda oportunidad a esto...
gracias!
buen texto, me gustó
Este es MI perro?
Porqué tengo un dálmata si me gusta el pequinés?
Cuando lo elegí? o estuve influenciado por alguien al elegirlo?
Vale la pena cambiar al dálmata, si ya estoy acostumbrado a él y lo quiero?
Será que es cierto que me gusta más el pequinés o simplemente es el hecho de no tenerlo lo que me hace dudar?
Y si tengo 2 perros? joderá mucho limpiar doble mierda?
en fin...
Es una metáfora bien bien pequeño-burguesa.
Saludos,
Enhorabuena por el blog, está realmente interesante (y divertido). Me encantó!
Quisiera invitarte a ti y a tus lectores a visitar mi blog. Se llama "Tu propia historia", está despegando y necesita visitas y sobre todo colaboraciones. Como veo que tú eres experto en esto...pues ahí te dejo la dirección para que nos visites (todo el que lo desee...):
http://tupropiahistoria.blogspot.com/
Esperamos leer algo tuyo muy pronto!
Un saludo!!!
[sobre 'Vientos de agua']