El Tenis y Yo
No termino de entender del todo por qué, pero de hace un tiempo a esta parte me sumé al rebaño que mira tenis por televisión, y lo disfruta. Y nunca agarré una raqueta en mi vida, eh… hasta hace no mucho me parecía tan ridículo como seguir la fórmula uno, o cualquier carrera de autos, o Telematch. Ahora devino terrible imán corta zapping eventual, sea Chela, Nalbandián, Mauresmo o Garompova quien esté jugando. Saque y volea. Slice, globito, protesta, juego de piernas, gemido, saltito, deuce, 108 mph, qué hijo de puta. Tie breck. Sharapova usa lindos aritos y un buen bronceado. Lleyton Hewitt me incita a practicar lucha greco romana aceitado. Federer tiene cara de ñoño. Coria, la va de zorrito. Gaudio no está muy seguro de creer que juega tan bien como lo hace y no hay nadie en el mundo realmente tan feo como Lindsay Davenport, pobrecita. Toda la guita y la fama que tiene la merece en compensación por sus rasgos faciales... menos mal que la vida a veces toma extrañas formas de dar revancha. Está bueno el tenis y su mundo.
Y enseguida tomo partido. Y no tomo partido por el más lindo, ni por el más carismático, ni por el más machote. Tomo partido por el pecho frío.
Sí. Me atrae el que sin expresar emociones se dirige al triunfo, el que responde con imperceptibles movimientos de comisura a las prepoteadas del de enfrente. Me gusta ver ganar al que no festeja con los brazos levantados, al que no mira a la tribuna y que transpira lo justo y necesario. Al que se reconoce en su falta de carisma, y a fuerza de voluntad desarma al rival, que por oposición lo recibo ampuloso, pavorreal, engreído, emocional por demás. El gentleman versus el sanguíneo al que en tantos otros aspectos de la vida adhiero pero en este caso disfruto viendo sufrir. Adoro cuando algún sacado tira la raqueta al piso, y se da cuenta de que lo inevitable está por ocurrir, que va a perder el partido… y sí Lleyton, por mucho que me atraigan tus piernas torneadas cubiertas de pelitos dorados, you’re gonna miss that game, y es lo más verte revolear los ojitos buscando alguna incoherencia, alguna señal que te indique que estás soñando. Y no nen, no es un sueño, ni te van a rescatar las porristas para llevarte en andas, ni la tribuna va a dibujar ninguna ola con las manos en tu honor. Estás por perder un partido en tu casa, en Melbourne, y el flacucho narigón de enfrente se lo va a llevar. Ese mismo tipo que ni siquiera está en el top 40 de ATP, sí, ese mismo. Y te vas a ir caminando con tu bolsito, cabizbajo. Puteando entredientes, mascullando por calentón, repasando una y mil veces cada movimiento en falso.
Me armo historias de ese tipo y les hablo en voz alta a los jugadores. Qué placer malvado, y a la vez qué placer naïve, inocuo y pelotudo.
Aguante el tenis como deporte de precisión, aguante el jugador de sangre fría y brazo templado, la maquinita, el trabajador, el que se hace de abajo. Abajo el canchero, el dotado nato, el prepotente, el carismático. Abajo Nadal, arriba el contrincante.
Ah, ya no estoy enfermo, me recuperé. Fiebre, televisión y Australian Open, what a combineta.
Y enseguida tomo partido. Y no tomo partido por el más lindo, ni por el más carismático, ni por el más machote. Tomo partido por el pecho frío.
Sí. Me atrae el que sin expresar emociones se dirige al triunfo, el que responde con imperceptibles movimientos de comisura a las prepoteadas del de enfrente. Me gusta ver ganar al que no festeja con los brazos levantados, al que no mira a la tribuna y que transpira lo justo y necesario. Al que se reconoce en su falta de carisma, y a fuerza de voluntad desarma al rival, que por oposición lo recibo ampuloso, pavorreal, engreído, emocional por demás. El gentleman versus el sanguíneo al que en tantos otros aspectos de la vida adhiero pero en este caso disfruto viendo sufrir. Adoro cuando algún sacado tira la raqueta al piso, y se da cuenta de que lo inevitable está por ocurrir, que va a perder el partido… y sí Lleyton, por mucho que me atraigan tus piernas torneadas cubiertas de pelitos dorados, you’re gonna miss that game, y es lo más verte revolear los ojitos buscando alguna incoherencia, alguna señal que te indique que estás soñando. Y no nen, no es un sueño, ni te van a rescatar las porristas para llevarte en andas, ni la tribuna va a dibujar ninguna ola con las manos en tu honor. Estás por perder un partido en tu casa, en Melbourne, y el flacucho narigón de enfrente se lo va a llevar. Ese mismo tipo que ni siquiera está en el top 40 de ATP, sí, ese mismo. Y te vas a ir caminando con tu bolsito, cabizbajo. Puteando entredientes, mascullando por calentón, repasando una y mil veces cada movimiento en falso.
Me armo historias de ese tipo y les hablo en voz alta a los jugadores. Qué placer malvado, y a la vez qué placer naïve, inocuo y pelotudo.
Aguante el tenis como deporte de precisión, aguante el jugador de sangre fría y brazo templado, la maquinita, el trabajador, el que se hace de abajo. Abajo el canchero, el dotado nato, el prepotente, el carismático. Abajo Nadal, arriba el contrincante.
Ah, ya no estoy enfermo, me recuperé. Fiebre, televisión y Australian Open, what a combineta.
Comentarios
:o)
la gente del voley en la uca me decía eso todo el día... pero según yo no era así.
¿será que no soy tan escandaloso como los argentinos?
pero solo bajo efectos adversos de químicos
beso
10 puntos menos
:o)
Pro.Coria.
Pro.Chucho.
Todos los que se la creen me caen bien.
Saludos.
Is Dr. Renee Richards still playing?
guapo! saludos. amo ver tenis por tele, pues en vivo la pelota siempre pasa desapercibida y en tv se repite y todo.
saludos. h
Desafío por dinero a cualquiera que quiera perder un match conmigo. La apuesta mínima es de $100 y obviamente no hago doubles con nadie. Es uno a uno.
Si hay algo que me calienta son las minas musculosas (no tanto) y un poquito traspiradas...
Además con esto de las rusas están cada día más buenas, no como antes que tenías a Martina Navratilova y Chris Evert, y la más linda era Gabriela alias el Gaby Sabatini...