Octubre del Diecienueve

Como todos, no entiendo claramente los alcances de todo esto que está ocurriendo.
Están pasando muchas cosas juntas en muchos lugares del mundo. Todos lo estamos viendo, sintiendo y asimilando; gracias a la tecnología, nunca hubo tanta información en tiempo real ocurriendo a la vez. El filtro de a qué accedemos es difuso en sus alcances: obviamente, los intereses de quienes al día de hoy detentan poder y tienen medios propios (o “alquilan” voluntades de trabajadores de medios) también operan. Y hasta operan incipientes inteligencias artificiales (aunque programadas por personas) que ya hacen su propia proto-voluntad, eligiendo desde algoritmos manejados por otros algoritmos, lo que vemos en las pantallas chicas, medianas y grandes. Pero distorsión o no de por medio, está claro que están pasando muchas cosas.
No sé si es de optimista ingenuo, o por pura inteligencia intuitiva... que siento sin embargo que son tiempos aciagos, y oscuros; pero esperanzadores a la vez por el cambio que implican.
Pienso que son tiempos de escuchar mucho, analizar rápido, y ocupar los espacios a los que accedemos... como el voto, la presencia en manifestaciones, o incluso la propia voz en redes sociales usadas muchas veces para cuestiones menos importantes.
Creo que son tiempos de no subestimar -ni sobreestimar- lo que podemos hacer u operar sobre la realidad propia y de quienes nos rodean. Y que hay que estar más atentos. Evaluar, pensar y actuar.
Yo quiero sumar, y mi laburo de todos los días lo hago pensando en sostenerme y crecer, pero a la vez en defender determinadas ideas que considero valiosas. No creo que la violencia sea nunca la respuesta. Pero tampoco me creo capaz de condenar la violencia al punto de justificar NUNCA la represión Estatal sobre focos que explotan como gritos desesperados.
La posta es que esto lo pienso desde el lugar que me toca, que no es de élite, pero sí de privilegio en los tiempos que corren: soy un hombre cis, casado con otro igual al que amo y no hago fuerza solo, tengo una familia que no me sostiene pero que hoy sí se sostiene a sí misma. Tengo muchos amigos de mundos muy diferentes, relaciones importantísimas que me enriquecen y que me interpelan. Fui a la universidad, no soy dueño, pero puedo pagar mi alquiler (casi siempre a tiempo), trabajo en lo que soñé trabajar y me rompí por años formándome a la antigua: laburando piramidalmente hasta poder armar mi propia estructura, y hoy puedo elegir desarrollar sólo proyectos que van en la dirección que mis ideas y las de mis socios avalan.
Como decía al arranque de este texto, no entiendo los alcances de todo esto que está ocurriendo, pero estoy atento a intentar descularlo e invito a la atención del resto. No creo en soluciones mágicas, no creo en gobiernos perfectos. Sí creo en que todos sabemos, en el fondo, qué opciones tenemos, y en qué dirección operan esas opciones.
Votar a los Fernández como pienso hacer no es inmolarme por todas las acciones y conciencias de las miles de personas que formaron parte de las administraciones anteriores de ese movimiento político. Pero no tengo ninguna duda respecto a cuáles son las banderas que me interesa enarbolar. Y las consignas de quiénes no me identifican.
La grieta que tanto tiempo traté de esquivar, hoy me atraviesa el tuétano de cada hueso, ya es insorteable. 
Y cada vez más entiendo que esta grieta no es argentina, ni es latinoamericana; es una grieta mundial ideológica que opera en tantos niveles de complejidad diferentes... que podría simplificarse al más básico de ellos sin sentirlo cursi: hay que entender si nos pensamos solos, libres y autosuficientes (yo no); o unidos a una trama social de la que somos co-rresponsables, y nos interpela lo que ocurre con quienes están al lado. Aunque no los veamos. Aunque no los crucemos.
Entender si pensamos que el cénit utópico de una sociedad de iguales viviendo en libertad es real y posible (yo no); o si aceptamos de una vez que hay tanta desigualdad añeja por franquear que es imprescindible aceptar ciertas limitantes a la "libertad" de adquirir o intercambiar bienes y dejar que las verdaderas libertades a defender tengan que ver con el uso que hacemos de nuestros cuerpos, de nuestras voces, de nuestra forma de relacionarnos, y de nuestra forma de definirnos ante el resto.
Que las libertades sean ampliación de derechos para incluir a muches, y no excusas para sostenerle privilegios rancios a dos gatos locos que se niegan a empatizar con lo que cada vez más, va a estar bailándoles en la cara.

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