Berlín

Cada vez que me voy de Berlín en lo único que pienso es en cómo arreglármelas para volver lo más pronto posible.
Amo fuerte su arquitectura prolija y pensada, el humor de su gente, el deshumor de su gente. Su impaciencia que mueve, su paciencia que ordena. Mis amigos acá! Que son cada vez más y cada vez más queridos. La posibilidad de que cada deseo tenga un lugar específico para ser satisfecho todo el tiempo. Su accesibilidad a todos, socialista como pocos espacios en el mejor sentido. Su historia funesta y su historia heroica: siempre presentes. Su alemanidad noble, distante y exacta, fría pero tierna. Su multiculturalidad, diversidad y tolerancia. Sus protocolos. Su puntualidad. Sus contradicciones. Sus formas aparatas a cara de perro y falta de hipocresía. Su Berghain.
Puedo con su frío intenso y oscuridad. Puedo con sus 9 meses de invierno. Puedo con su montón de reglas a acatar que hacen que no siempre puedas hacer lo que quieras.
Fuera de mi hogar, y dentro de lo que conozco, es mi lugar favorito en el mundo. Solamente un orden preestablecido y férreo como el que la rodea y sostiene, permite que un caos así de intenso, creativo, irreverente y exhuberante no se fagocite a sí mismo.
Seh. Ya me las voy a arreglar.

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